Los gremios y las tiendas pequeñas
Hasta 1830 el comercio, sobre todo de telas, estaba limitado a pequeñas tiendas familiares
Aristide Boucicaut
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con pocos empleados. De los años 1830 a 1840 se pasó por un período en que lo que se llevaba eran las ‘tiendas de novedades‘. Su máxima preocupación era el volumen de ventas y fueron el origen de los grandes almacenes. La mayoría de estos tuvo así sus orígenes en tiendas modestas. Principalmente vendían prendas de tela, es decir, sobre todo ropa y, en menor medida, accesorios como paraguas, guantes, etc.
Después de la Revolución francesa la mayor parte de las ventas en Francia se regían por un sistema de gremios que evitaban que los comerciantes se vulnerasen unos a otros regulando y limitando el número de los mismos. A finales del siglo XVIII estos gremios desaparecieron, pero los comerciantes estaban tan acostumbrados a su sistema de funcionamiento que prácticamente no se produjeron cambios.
Nuevas formas de vender
El poder de atracción de los grandes escaparates era ya algo conocido en Londres, pero no en París. Cuando el cliente entraba en una tienda estaba obligado a comprar. No se admitían devoluciones ni cambios. Se seguía utilizando el regateo a la hora de fijar los precios.
A partir de 1840 aparecieron los primeros grandes almacenes, como el ‘Ville de Paris’ con unos 150 empleados y que vendía a bajos precios para conseguir mayores ventas. Tenía ya precios fijos en las prendas y permitía el libre acceso a la tienda. Una de las diferencias con las ‘tiendas de novedades’ era la organización por departamentos y la creación de una estructura jeráquica a nivel de mandos. A mediados de los 1850 aparecieron el ‘Louvre’ y el ‘Bazar de l’Hotel de Ville’ y en 1865 el ‘Printemps’. El ‘Louvre’ sería el mayor competidor de los almacenes ‘Le Bon Marché’.
A medida que la Revolución Industrial trajo consigo una expansión de los mercados y un mayor aporte de capital también crecían las oportunidades para crear nuevos tipos de establecimientos. La industria podía proveer a los comercios de un flujo constante de bienes.
Anuncio del ‘Petit Saint-Thomas’
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Francia era entonces el mayor productor de algodón en Europa. La compra en grandes cantidades traía consigo una reducción en el precio.
Poco a poco la ropa lista para llevar fue popularizándose compitiendo con aquella hecha a medida. Otra diferencia era que las prendas listas para llevar se pagan en efectivo, mientras que los sastres solían tener un sistema de pago a crédito.
El París de Haussmann
La población de París prácticamente se duplicó. Además se convirtió en destino turístico tanto para el resto de franceses como para los visitantes extranjeros. A mediados del siglo XIX Napoleón III había encargado al Barón Haussmann, senador francés, la renovación de París. El aumento de población, calles insalubres y los nuevos medios de transportes requerían una ciudad mejor adaptada a estos cambios. Hizo amplios bulevares, un nuevo sistema de alcantarillado, puentes, diversos edificios públicos, etc. Para esto destruyó parte de zona medieval de la ciudad renovando prácticamente un 60% de París.
Aristide Boucicaut
Ariste Boucicaut fue el impulsor de los almacenes ‘Le Bon Marché’.
Nació en Belléme en 1810. Su padre era sombrerero. A los 18 años se fue de casa y comenzó
Gustave Eiffel
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a trabajar para un vendedor ambulante. En 1836, y ya en París, conoció a Marguerite Guérin, hija ilegítima y nacida en 1815. Se casaron ese mismo año. Su único hijo, Aristide Jr. nació en 1839. Marguerite había llegado a París hacia 1830 trabajando como aprendiza en una lavandería. Después trabajó en un restaurante donde conoció al que sería su marido.
Boucicaut comenzó a trabajar para la tienda ‘Petit Saint-Thomas’ llegando hasta el puesto de jefe de departamento. Paul Videau era el propietario de la tienda ‘Bon Marché’ que contaba con 12 empleados y cuatro departamentos. Boucicaut había conseguido ahorrar algún dinero y en 1852 se asoció con Videau. Con ayuda financiera externa logró comprarle a éste el almacén en 1863 siendo así el único propietario.
En 1869 Aristide Boucicaut acompañado de su mujer y sus principales socios puso la primera piedra de lo que habría de ser el primer edificio construído expresamente para convertirse en un gran almacén de Francia.
Lamentablemente murió 8 años después, antes de que el edificio estuviera terminado, ya que prefirió que se costruyera por secciones de forma que no interrumpiera las ventas.
Un negocio familiar
Tras su fallecimiento el ‘Bon Marché’ pasó a manos de su hijo. La influencia de éste en el devenir de los almacenes fue prácticamente nula. Nunca tuvo demasiado interés en el almacén y no tomaba parte en el quehacer diario aunque en 1871 se había formado una asociación padre-hijo. Nombró a dos directores de entre los socios para que llevaran el ‘Bon Marché’. De todas maneras, debido a su frágil salud, dos años después de la muerte de su padre, el también falleció pasando el negocio a su madre.
Madame Boucicaut
Madame Boucicaut se convirtió en una figura legendaria para el comercio francés, aunque
Interior de los almacenes
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siempre prefirió quedarse en un segundo plano dejando la gestión del negocio en manos de los socios. Consiguió que personas cercanas a ella entraran como asociados formando una sociedad comanditaria. De entre las personas de esta sociedad debían nombrase en el futuro tres gerentes. Esta fue la forma en que el almacén funcionaría durante las tres décadas siguientes.
Ventajas sociales
La importancia de Madame Boucicaut se encuentra sobre todo en el aspecto humano. Dio máxima importancia a la asistencia a los empleados. En 1876 creó un fondo de previsión para el personal que no exigía contrapartida financiera por parte del mismo. Se financiaba con una parte de los beneficios anuales. Se destinaba para aportar una suma adicional al empleado en el momento de su jubilación. Diez años después se creó un fondo de pensiones que garantizaba una pensión a aquellos empleados que llevasen más de 20 años en el establecimiento. El fondo comenzó con una aportación privada de Madame Boucicaut de 5 millones de francos. Con estos fondos se pretendía conseguir estabilidad a nivel del personal.
Madame Boucicault nunca olvidó sus orígenes humildes y contribuía a todo tipo de causas. Al morir dejó prácticamente toda su fortuna a instituciones benéficas para sus empleados.
Madame Boucicaut murió en 1887. Para entonces los almacenes contaban con poco más de 3 mil empleados y el volumen de ventas era de 123 millones de francos. En 1906 el número de empleados era de 4.500 y las ventas sobrepasaron los 200 millones de francos.
‘Le Bon Marché’ en el primer puesto
‘Le Bon Marché’ destacó por sus bajos precios y, sobre todo, por la importancia que se le dio a un buen servicio, contando con unos vendedores muy profesionales y una buena estrategia publicitaria. Los almacenes crecieron rápidamente tanto comprando edificios adyacentes como construyendo nuevos.
El arquitecto elegido fue L.A. Boileau y el ingeniero Gustave Eiffel, ambos pioneros en
Anuncio de 1920
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arquitectura funcional. El hierro aportaba amplias zonas abiertas en las que podían exponerse muchos productos y que permitían al público caminar entre los expositores sin problemas. Además la cubierta transparente permitía la entrada de mucha luz natural.
En la parte superior del edificio estaban las oficinas y en el sótano un almacén desde el que se enviaba y recibía la mercancía. En un segundo sótano estaba la maquinaria de calefacción y, posteriormente, de iluminación. El almacén ocupaba casi 53 mil metros cuadrados. Se quería que la visita a los almacenes fuera algo parecido a ir al teatro. Había visitas guiadas diarias.
‘Le Bon Marché’ también participó en diversas ferias internacionales llegando a tener incluso su propio pabellón en la feria mundial de París de 1900. La idea era que los almacenes se convirtieran en un símbolo más de París como lo podía ser el Louvre o, posteriormente, la Torre Eiffel.
Los almacenes ‘Bon Marché’ consiguieron aumentar sus ventas de una forma llamativa partiendo de unos precios bajos y una constante renovación de mercancías.
Los departamentos
Generalmente las nuevas líneas de productos se vendían en departamentos ya existentes hasta que alcanzaban un nivel tal que les permitía crear un departamento nuevo. Aunque Boucicaut era rehacio a la incorporación de nuevas líneas de productos, sin embargo los fue incluyendo poco a poco. Una de sus máximas era que los almacenes estaban, sobre todo, dedicados a las telas y que todo aquello que pudiera ser útil y cómodo podía encontrarse en ellos. Por ejemplo, en 1860, en los almacenes originales, se introdujo un departamento de ropa lista para llevar. Las prendas masculinas comenzaron con camisas y corbatas expandiéndose después a otros productos. En 1870 se añadió una sección para niños. Las alfombras comenzaron a venderse en 1860, camas a partir de los 1850. A partir de 1870 se vendían también alfombras, mesas, sillas, etc. También aparecieron productos relacionados con los viajes y el departamento de perfumería en 1875. En 1880, papelería y juguetería y después joyería e incluso artículos para caballos. De todas maneras la predominancia de la ropa queda clara si tenemos en cuenta que en 1906, de los 52 departamentos que tenían el ‘Bon Marché’ 41 estaban dedicados a ropa.
Otra de las características de los almacenes era que se autofinanciaban. Tanto los socios como los gerentes no querían depender de fuentes de financiación externas. Se organizaron departamentos de compras propios evitando los intermediarios. Con el tiempo comenzaron también con la producción de productos propios.
Los almacenes ‘Au Bon Marche’
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Una de las fechas clave eran las ‘grandes rebajas blancas’ que tenían lugar a finales de enero conviertiéndose en la semana de ventas más importante del año.
Para poder realizar todo esto se creó un sistema racional de mandos, algo nuevo en la sociedad de aquel momento. Aparecieron mandos intermedios y una división clara del trabajo.
Los empleados
La mayoría de los vendedores procedían de familias de clase media, muchas veces con tiendas propias. Solían venir de provincias. En cuanto al personal femenino generalmente era del propio París y veían sus servicios limitados a las secciones dedicadas a las mujeres. A los vendedores se les exigía experiencia previa, en contrapartida recibían salarios más altos de la media y contaban también con unas condiciones de trabajo más favorables.
Se utilizó también el sistema de comisiones por venta aumentando asi la competitividad entre los vendedores. Otra de las características del ‘Bon Marché’ era la posibilidad de promoción dentro de la empresa. Hasta entonces los empleados trabajaban pensando en un futuro negocio propio, ahora la expectativa era quedarse en la misma empresa con un puesto de mayor relevancia. Trabajar en el ‘Bon Marché’ era iniciar una carrera. Los empleados rara vez tenían contacto con alguno de los dueños y se mantenían los niveles jerárquicos. Si bien las condiciones podían ser buenas, también el seguimiento de las normas era fundamental y no se permitían iniciativas individuales.
Los empleados más jóvenes que no tenían familia en París y las mujeres solteras se alojaban en la planta superior del edificio. Tenían una sala común con piano para las mujeres, una sala de juegos con mesas de billar para los caballeros y una biblioteca con 400 libros. Todos los empleados comían en los almacenes dos veces al día. Se insistía por parte de la gerencia en que la comida fuera saludable y abundante. También había programas de educación y ocio para los empleados, como clases de idiomas, enviando incluso a los mejores estudiantes durante seis meses a Londres para perfeccionar sus conocimientos, y clases periódicas sobre temas históricos, científicos y literatura. También se daban clases de esgrima y música. De hecho las clases de música se convirtieron en una sociedad musical que actuaba en concursos. A partir de 1870 un médico atendía gratuitamente tres días a la semana. Se celebraban una serie de actos anuales como la excursión veraniegas, las fiestas de navidad, etc. Se ofreció a los empleados invertir sus ahorros abriendo cuentas con un 6% de interés.
Este sistema evidentemente paternalista trajo consigo también buenos resultados para los
Anuncio para exposición universal de 1900
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empleados. Por otro lado, desde la perpectiva católica burguesa se intentaba alejar a los empleados de los cabarets y estaba prohibido jugar a las cartas. Si querían salir hasta tarde tenían que pedir permiso. La idea que se quería dar era la de una gran familia en la que la vida de los empleados y de los almacenes era una sola cosa.
Una nueva clase media
Los grandes almacenes crearon tanto un nuevo tipo de empleo como un nuevo tipo de hombre de clase media. Por un lado los empleados iban adquiriendo mayor poder adquisitivo. Veían constantemente el tipo de vida de la burguesía a la que querían acceder. Por el otro, la propia burguesía no quería admitir entre sus filas a esta nueva clase social.
El acceso de la clase media a los grandes almacenes produjo un cambio de finalidad de las compras. No se compraba por necesidad, sino porque la adquisición de los productos era una forma de adquirir también el status de una clase social superior. Se identificaba a las cosas con la clase social.
Evidentemente los grandes almacenes trajeron consigo la desaparición de muchas tiendas pequeñas. Era el precio del progreso. También apareció un nuevo tipo de robo: la cleptomanía. Mujeres, que sin necesidad de robar para vivir, se llevaban de todo simplemente por la emoción de esquivar el peligro de ser ‘cazadas’.
Ya en los años 1920 apareció otro gran competidor del ‘Bon Marché’, las Galería Lafayette que, junto a Printemps, eran ya tan importantes como aquel. Era también la época en que los grandes almacenes que habían revolucionado el mundo comercial de las ciudades dejaron de ser ese lugar mágico y se convirtieron en algo habitual en las vidas de los ciudadanos.
‘Le Bon Marché’ pasó a ser una sociedad anómina y hacia 1980 fue adquirida por otra empresa. Actualmente sigue siendo uno de los grandes almacenes más populares de la capital francesa.
Pocas veces unos almacenes han influído tanto en la vida diarias de los ciudadanos. Tan importantes fueron que Emile Zola los eligió como base para su novela ‘El paraíso de las damas’ (1883) donde podemos conocer cómo funcionaban y qué clase de vida llevaban tanto sus empleados como clientes.
Fuente: The Bon Marché. Bourgeoise Culture and the Department Store, 1869-1920, autor: Miller, Michael B., Princeton University Press, 1981Das Paradies der Damen, autor. Zola, Emile, edition mabila, 2013
Fotografías: Biblioteca Nacional de Francia y Wikipedia
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