Siglo XIX. Una época de cambio
Durante este siglo las cofradías sufrieron varios reveses.
Como fue un siglo de cambios, las procesiones y las cofradías sufrieron altibajos dependiendo de la ideología del gobierno que estaba en el poder en cada momento.
Por un lado, diferentes gobiernos progresistas expropiaron otra vez las pertenencias de las iglesias y conventos, con la consiguiente pérdida de poder sobre el pueblo. Las cofradías no tenían dinero para continuar con las procesiones y al final del siglo sólo procesionaban cinco pasos.
Las imágenes eran llevadas por anderos, que generalmente eran sacerdotes o seglares distinguidos.
Durante la invasión francesa, muchas iglesias y conventos fueron expoliados o destruídos. Sin embargo José I permitió que tuviera lugar la procesión de Viernes Santo. Sólo podían participar hombres y tenían que llevar trajes negros o uniformes.
Cuando la dinastía borbónica volvió al país, Fernando VII restauró el Absolutismo, lo que fue bien recibido por la Iglesia. No podía imaginar que una década después, los conventos y monasterios serían disueltos y sus bienes incautados por el gobierno.
Como las cofradías no tenían fondos, el Ayuntamiento cubría los gastos de las procesiones. Se esperaban problemas con los miembros de las cofradías, por lo que se prohibió que participaran penitentes llevando capirotes que cubrieran sus rostros. Este fue el final de las procesiones de penitencia.
Durante un tiempo los gremios volvieron también a participar en las procesiones, pero al final les resultaba demasiado oneroso y perdieron el interés.
Durante la época de Isabel II cierto esplendor volvió a las procesiones, ya que a la familia real y a muchos nobles les gustaba visitar iglesias durante la Semana Santa y también participar en las procesiones. Se convirtió en una cuestión de clase. Incluso el rey Amadeo I continuó con esta costumbre ya que quería incrementar su popularidad entre el pueblo español.
Durante los últimos años del siglo algunas procesiones volvieron a salir, teniendo un sentido tanto religioso como festivo.
Fue por aquel entonces cuando la Duquesa de Medinaceli compró la capilla de Jesús Nazareno para que no fuera destruída. Cedió la capilla a la orden de los Capuchinos, que comenzaron a promover la veneración de esta imagen. Una forma de hacerlo todavía es muy popular hoy en día y consiste en que cada mes los fieles acuden a la iglesia a pesar los pies de la imagen. El Cristo de Medinaceli es el que más devoción tiene en Madrid.
Siglo XX. Crisis y resurgimiento
En la época del gobierno de Cánovas del Castillo, la Iglesia recuperó cierto poder, pero seguía inmersa en un mundo reaccionario. Los masones, los liberales y todos los movimientos progresistas eran considerados peligrosos. Con este sentimiento como telón de fondo las procesiones volvieron a ser una forma de promocionar la Iglesia católica y de jugar un papel activo en la sociedad.
El Domingo de Ramos era tradicional comprar ramos de palmera en la entrada de las iglesias. Después estos ramos eran colocados en los balcones.
En cuanto a los pasos, los más populares llevaban imágenes de La Última Cena con Jesús y los doce apóstoles. Este paso se transportaba sobre ruedas y no sobre los hombros. Las procesiones tenían lugar entre las doce de mediodía y las dos de la tarde. Era muy frecuente ver a mujeres tomar parte en las procesiones, caminando detrás de las imágenes llevando la típica mantilla española, vestidas de negro con zapatos de charol negro y llevando un misal en las manos. Generalmente pertenecían a las clases altas.
Algunos de estos pasos madrileños se encuentran ahora en Avila, donde siguen procesionando.
Fue también en este siglo, cuando el rey Alfonso XIII perdonó a varios condenados a muerte su pena como parte de las actividades de la Semana Santa.
En 1929 tuvo lugar la primera Procesión del Silencio, que puede considerarse precursora de la que tiene lugar actualmente. Comenzaba a las diez de la noche y terminaba poco después de medianoche. Desde el principio fue muy popular y muchos fieles participaban.
Muchas cofradías desaparecieron durante esta época y las pocas que quedaron no sobrevivieron a la Guerra Civil. Fue una época de confrontación, muchas iglesias fueron quemadas, imágenes destruídas y sacerdotes y monjes asesinados o expulsados del país. Muchas imágenes fueron escondidas y recuperadas tras la guerra.
Una vez finalizada la contienda, la Semana Santa fue una conmemoración de la Pasión con un sentimiento de pobreza y penitencia. Las cofradías intentaron recuperar la brillantez perdida con nuevas imágenes y más procesiones. Aparecieron nuevas cofradías y algunas antiguas se reorganizaron.
El régimen del dictador Franco también quiso conquistar el pueblo a través de la religión, fomentar sus tradiciones e impregnar la vida diaria del sentimiento religioso.
En los primeros años, las imágenes, que tenían poco valor artístico eran engalanadas con flores y adornos.
Muchas cofradías se beneficiaron del nuevo régimen que les proporcionó medios económicos. El ejército también participaba en las procesiones con bandas de música. Las ceremonias religiosas se revistieron de gran pompa. Todos los actos de propaganda política comenzaban con una misa. Era más una reacción política a los años precedentes, que una ceremonia religiosa. Se quería identificar al régimen con la religión.
La imagen de Jesús de Medinaceli se había llevado a Ginebra y se trajo de regreso a Madrid en 1939.
Se fundó una organización, la Hermandad de los Cruzados de la Fe, que estaba al mando de las procesiones, editaba diversas revistas y realizaba todo tipo de actividades.
En 1941 la Procesión del Silencio volvió a tener lugar. Fue un gran éxito y desde entonces, durante su paso, todos los edificios oficiales eran iluminados, las tiendas tenían que apagar sus anuncios luminosos e incluso las luces de las viviendas particulares se apagaban.
A partir de los años 50 las gentes se veían, más o menos, obligadas a vivir la Semana Santa. En la radio y, posteriormente, en la televisión todos los programas se dedicaban a la religión y a las procesiones. Los restaurantes, cines, bares y teatros se cerraban. No había nada que hacer.
Lo que sí es verdad, es que ante la imposibilidad de salir de casa para ir a cualquier sitio, esta semana era dedicada a la familia, que se reunía y jugaba a las cartas, juegos de mesa o a charlar.
Todo esto iría cambiando poco a poco a partir de los años 60. El ciudadano medio empezaba a ser dueño de su propio coche, los famosos SEAT 600, y la Semana Santa era una oportunidad de salir de Madrid e irse a la playa o a otros sitios, como Sevilla, donde las celebraciones de Semana Santa eran mucho más populares y conocidas que en la capital. La Semana Santa comenzó a ser otra época de vacaciones, aparte del verano.
No podemos olvidar la influencia del Concilio Vaticano II y su tendencia más progresista, que colisionó con las tendencias de la jerarquía española. Muchas cofradías todavía vivían en el pasado y fue difícil para ellas adaptarse a los nuevos tiempos.
La trasición a las procesiones actuales tuvo lugar en los años 70. El nuevo arzobispo de Madrid-Alcalá, Vicente Enrique y Tarancón, que no era muy popular entre los españoles conservadores, estaba a favor de la indepencia de la Iglesia del Estado y de una sociedad democrática. Tras la transición política a la democracia actual, el significado de las procesiones y las actividades de las cofradías tienen un sentido más profundamente religioso, sin los lujos del pasado. Ha aumentado el número de jóvenes que participan. También las mujeres tienen un papel activo en los eventos.
Aparte de la procesión de Jesús de Medinaceli, con tantos adeptos como siempre, ha ganado en fieles la de Jesús el Pobre. Sale de la iglesia de San Pedro el Viejo de forma espectacular, puesto que los cofrades tienen que ponerse de rodillas para sacar la imagen por la puerta. La imagen de Jesús el Pobre es igual que la de Jesús de Medinaceli.
Especialmente en Madrid no podemos olvidar la influencia que ha tenido el canal de televisión, Telemadrid, en la promoción de las procesiones. Desde los años 90 comenzaron a retransmitir algunas procesiones y desde entonces, su popularidad se ha incrementado año a año.
Hoy en día, las procesiones son parte de la Semana Santa en Madrid. Muchos participan en ellas, algunos por cuestiones de fe, otros por mantener una tradición, pero todos con profundo respeto.
Aunque la Semana Santa madrileña no tenga la popularidad que la de Sevilla o Valladolid, sí que es un acontecimiento que cualquier visitante no se debería perder.
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