Siglo XVII. Época de esplendor
Fue este siglo una época de esplendor para las procesiones. Eran consideradas como celebraciones comunitarias, incluían a todas las clases sociales, aunque su liderazgo todavía seguía en manos de la burguesía. Aumentó la influencia de la familia real y de la corte. También los gremios recuperaron parte de su poder, ya que, en muchos casos incluso controlaban la procesiones y a las cofradías. Esto era debido a la falta de dinero de las cofradías. En aquellos días los artesanos y comerciantes tenía el dinero, así que las cofradías les pedían que se unieran a sus hermandades. Por el otro lado, estos artesanos y comerciantes obtenían el dinero que daban a las cofradías de donaciones hechas por sus clientes. Una vez que los clientes dejaban de dar dinero, los comerciantes dejaban de estar interesados en las cofradías.
Todas la procesiones tenían que pasar obligatoriamente por el Alcázar, que se convirtió en el punto central de la celebración, y el convento de las Descalzas Reales, de forma que la familia real y los nobles pudiesen participar. Estas procesiones eran las llamadas procesiones de corte.
Bajo la influencia del movimiento barroco, las imágenes fueron realizándose de mayor tamaño y eran menos austeras. Algunas procesiones tenían un carácter más teatral. Los cofrades pasaron a lucir unos ropajes más vistosos dando gran importancia al aspecto exterior.
Incluso la penitencia se volvió barroca. Los penitentes llevaban grandes cruces sobre sus hombros, que estaban huecas, y algunos incluso alguno signo exterior para que pudieran ser reconocidos.
Parte de las actividades de las hermandades eran similares a las que hoy realizan las compañías de seguros: se ocupaban de los enterramientos de sus miembros, asegurándose que tuvieran lugar en los cementerios de las hermandades, también velaban por un funeral adecuado y, a veces, incluso se ocupaban de los familiares del difunto.
Siglo XVIII. Crisis de las procesiones barrocas
Este siglo trajo consigo una serie de nuevas normas para las procesiones. Algunas de ellas anunciadas por la Iglesia católica y otras por el rey Carlos III. Ambas partes querían dar a las procesiones un carácter más serio y menos jocoso. Por ejemplo, Carlos III prohibió cualquier acto de mortificación pública. La Ilustración trajo consigo una visión más racional de la religión e incluso parte de la Iglesia estuvo de acuerdo con esta visión. Se consideraba así que la penitencia pública era resultado del miedo y de la ignoracia causados, en parte, por el Concilio de Trento.
Otro motivo está en que la corona quería mostrar que tenía un control completo sobre todas las actividades sociales. Por supuesto que esto trajo consigo una relación tensa con la Iglesia que, por el otro lado, también quería controlar a la población. La corona expulsó a varios nuncios del papa e incluso se enfrentó a la Inquisición.
Como ya se ha dicho, el origen de esta actitud se encuentra en la Ilustración, movimiento político de esta era. Además hay que mencionar que las cofradías gestionaban entonces muchas fundaciones, hospitales y organizaciones caritativas. Tanto el gobierno como la Iglesia querían controlar estos establecimientos, así el gobierno quiso que las cofradías tuvieran solamente una utilidad social, autofinanciaran estas actividades y no fueran ostentosas.
Las cofradías sufrieron un proceso de reorganización, tanto interno como externo. Se intentó eliminar el aspecto profano o secular de las procesiones. Se podría decir, que fue una época de decadencia para las cofradías. Estaban más interesadas en gastar dinero en esplédidas comilonas que en usar estos fondos para la caridad. Más sacerdotes comenzaron a tomar parte en las procesiones intentando que volvieran a sus orígenes.
Una de las nuevas leyes que afectaban a las cofradías estableció que aquellas basadas en gremios y sin licencia eclesiástica o civil tendrían que ser disueltas, pero finalmente sólo un 10% desaparecieron. Era difícil cambiar una sociedad apática que simplemente seguía con una serie de costumbres bien arraigadas.
Durante los primeros años del siglo, las cofradías seguían organizando las procesiones, pero ya llevaron vestimentas más serias.
La familia real continuó con la costumbre de visitar diferentes obras artísticas ubicadas en distintas iglesias durante la Semana Santa. Igualmente las procesiones continuaron pasando por el palacio o donde estuviera viviendo la familia real en aquel momento. Esto hizo que los itinerarios de las procesiones cambiaran frecuentemente.
Muchas procesiones comenzaron a unirse, de forma que varios pasos tomaban parte en la misma procesión, ofreciendo diferentes aspectos de la Pasión. Por ejemplo la procesión de la cofradía de la Vera Cruz sacaba una imagen de la Oración en el monte de los olivos, de Cristo atado a una columna, del Ecce Homo y finalmente otra imagen de Cristo con la Verónica.
Durante este siglo aparecieron algunas cofradías formadas por personas que habían venido de otras zonas de España a vivir a Madrid.
La influencia de la corona sobre la sociedad continuó también durante el reinado del rey Carlos IV. Para conseguir dinero para costear la guerra contra Inglaterra, las propiedades dela Iglesia fueron transferidas al estado. Esta política continuó durante el siglo XIX.
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