En la Cava de San Miguel, 17 se encuentra el Mesón del Champiñón.
Toda esta calle nos ofrece actualmente todo tipo de mesones y establecimientos en donde probar distintas especialidades. Fue en los años 60 del siglo pasado en que comenzaron a surgir estos mesones, ya que anteriormente la mayoría de locales eran almacenes, tanto de carbón, bicicletas o curtidos.
El Mesón del Champión abrió sus puertas en aquellos años ocupando el lugar de un almacén de telas. Los propietarios ya tenían un bar en la zona de Carabanchel en la que servían como especialidad los champiñones. Al tener mucho éxito entre su clientela, pensaron en dedicar este mesón a su plato estrella. Tan es así, que el nombre del local está registrado, por lo que no hay otro mesón igual.
Francisco José Barrera lleva ya once años como encargado del mesón, aunque no es de los más antiguos del local.
Manuel está a punto de cumplir los 39 años como empleado del mesón, José – que no estaba el día en que realizamos esta entrevista – es el segundo más antiguo con 31 años, Paco lleva 29 años, Poli 17 y Juan Angel, con sólo 2 es la última incorporación. Entre todos ellos han visto desfilar cientos de clientes por este viejo local, que nos puede hacer una idea de cómo eran los mesones del antiguo Madrid.
De hecho, entre la puerta de acceso de la calle y la puerta de entrada tenemos un trozo de la antigua muralla, como en tantos locales de la zona.
A pesar de que el mesón se encuentra en una zona eminentemente turística, poco a poco los madrileños van recuperando el gusto por venir a estos mesones, aunque la mayoría de los clientes siguen siendo extranjeros en busca de la típica tapa española.
Durante una época toda esta zona estaba dedicada al turismo y en muchos locales se abusaba de los precios, pero actualmente, en la mayoría de ellos, los precios son muy similares a los de cualquier otra zona de Madrid.
Entre semana la mayoría de los clientes son de otros países, pero durante los fines de semana son los turistas españoles que visitan Madrid los que más frecuentan el local, muchas veces trayendo con ellos a los madrileños, que lo visitan por primera, y seguramente no última, vez.
El mesón está abierto todos los días de la semana. De lunes a jueves de 18:00 a 01:30 y los viernes y sábados hasta las 02:30.
Por las mañanas sólo abre durante el otoño e invierno, es decir, de octubre a mayo, en que abre también de 12:00 a 16:00.
Todas las noches hay música en vivo y un pianista acompaña a los clientes con música de fondo, hasta que éstos se arrancan a cantar. Conoce multitud de canciones de todo el mundo y al final de la noche podemos salir con un potpourri de música del mundo en la cabeza.
Para hacernos una idea de la cantidad de clientes que vienen, sólo tenemos que saber que un viernes preparan alrededor de 100kg de champiñones, los sábados hasta 150kg y para un puente, como el de la Constitución, llegan hasta los 1.000kg.
Los champiñones son de Villamalea, un pueblo de Albacete constituído en cooperativa y que surte prácticamente a toda España.
En el Mesón del Champiñón se intenta que los champiñones tengan un tamaño específico, que cada uno sea un «bocado», ni demasiado pequeño, ni demasiado grande.
En cuanto a su preparación, que se hace de cara al cliente en una plancha que está siempre a la misma temperatura, podemos decir que el relleno es de chorizo fresco, una mezcla de ajo picado y perejil, siempre en la misma medida. Para evitar que los champiñones cogan el sabor del aceite, no se utiliza aceite de oliva, sino un aceite neutro, sin sabor, que permita realzar el sabor del champiñón. Finalmente los champiñones son rociados con limón. El secreto para que siempre sepan igual, es la mezcla idéntica de sus ingredientes.
Aunque el local sirve también otro tipo de raciones ya clásicas en estos establecimientos, los champiñones son realmente dignos de probar.
Llevan siempre dos palillos a los lados, que sirven para coger el champiñón y evitar que se vierta el contendido cuando nos lo comemos.
Desde que se reinauguró el Mercado de San Miguel, toda esta zona de Madrid está siendo redescubierta por muchos madrileños.
Otro detalle simpático del local es que nos ofrecen la posibilidad de comprar las típicas jarritas de barro para el vino, hoy en día son tan difíciles de encontrar.
Lo que sí está claro, es que en cualquier tarde de tapas no nos debe faltar una ración de champiñones del Mesón del Champiñón.
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